Imagen: Chiste de Forges. Fuente: www.uclm.es |
Tengo la certera impresión de que en el ámbito de la discapacidad siempre se está avanzando pero nunca se llega al final. A lo largo del tiempo se van consiguiendo pequeñas victorias que son un impulso para seguir luchando, sin perder nunca de vista dónde se debe llegar.
Fiel reflejo de esta realidad es la superación de términos como “minusválido o imbécil” hasta llegar al de “persona con discapacidad”. Sin duda este avance es un motivo de satisfacción, pero ¿hasta dónde debemos llegar? ¿Es realmente “persona con discapacidad” el término definitivo o cabe su superación en busca de la dignidad y la igualdad completa?
Si nos centramos en el término discapacidad desde el punto de vista legislativo, podemos ver que es un concepto que también ha evolucionado en los últimos años. Por un lado hemos superado la sustantivación de “discapacitado” para pasar a ser una característica más de la persona “con discapacidad”. Por otro lado resultan destacables los esfuerzos realizados por desplazar la discapacidad desde el individuo hacia el entorno, de manera que actualmente la causa de la discapacidad no es la deficiencia del sujeto, sino la interacción con las barreras de la sociedad en la que se desenvuelve.
Imagen: Chiste de Pluky. Fuente: ww.pinterest.com |
A pesar de que este es el significado que recoge nuestra legislación actual amparada en la Convención Internacional de los Derechos de la Personas con Discapacidad, encontramos una contradicción al consultar el significado del término en los diccionarios on-line más usuales. En todos ellos la “discapacidad” se identifica con la deficiencia del propio individuo. La definición recogida en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española es la siguiente:
- Discapacidad: condición de discapacitado.
- Discapacitado: dicho de una persona que padece una disminución física, sensorial o psíquica que la incapacita total o parcialmente para el trabajo o para otras tareas ordinarias de la vida.
Ante esta situación, debemos ser consicentes que la mayor parte de la población no son personas especializadas en el ámbito de la discapacidad, y que por tanto sus conocimientos no se extraen de la legislación específica ni de convenciones internacionales, sino de un simple vistazo al diccionario. Si en este grupo incluimos a los niños y jóvenes en edad escolar, resulta preocupante que en el futuro de nuestra sociedad se perpetúe en el concepto limitante de la discapacidad.
Imagen: Chiste de Pluky. Fuente: www.discapacidadonline.com |
A la vista de toda esta confusión me planteo, ¿estamos ante la denominación adecuada o hay que seguir avanzando? Y hablando de niños, ¿por qué no preguntar a los propios niños “con discapacidad” cómo quieren que se les denomine? Ellos son la generación del futuro, los principales afectados, y los que no han bebido el conformismo de ser llamados “minusválidos, tullidos, subnormales, discapacitados…” Tengo constancia de que ya con 12 años hay niñas que miran hacia adelante y tienen claro que pertenecen a las personas con “diversidad funcional” y no a las personas con discapacidad.
La verdad es que la primera vez que oí en clase el término diversidad funcional me quedé extrañada, no comprendí las palabras, ni su relación con la discapacidad, ni mucho menos su significado. Me pareció complejo y sin relación son el mensaje que se quiere transmitir. Profundicé en su significado a través de los contenidos publicados por el Foro de Vida Independiente, entidad impulsora del término. Así comprendí que persona “con diversidad funcional”, es aquella cuyas características biofísicas le llevan a funcionar de diferente manera. Y es que una misma función tiene diversas formas de llevarse a cabo.
A modo de ejemplo, la función de desplazarse se puede realizar con los pies o rodando; y la función de leer mediante las palabras escritas y la vista, o mediante el Sistema Braille y las manos. En este contexto, no hay capacidades ni discapacidades, sino diferentes maneras de hacer las cosas basadas en la diversidad del ser humano.
Aunque cada vez hay más personas interesadas en dejar atrás el término discapacidad y llegar hasta la “diversidad funcional”, la realidad es que es una denominación aún desconocida para la mayoría de la población, aunque posiblemente no mucho más que el significado legislativo de personas con discapacidad. Como bien dice Javier Romañach y Manuel Lobato en su comunicación “Diversidad funcional, nuevo término para la lucha por la dignidad en la diversidad del ser humano”; si queremos cambiar ideas o valores no tendremos más remedio que cambiar las palabras que los soportan y le dan vida. Bajo esta idea ya quedaron atrás denominaciones insultantes, y sin duda es la base para mirar al futuro y superar la discapacidad y su confusión conceptual. Creo que los agentes implicados podemos avanzar hacia el futuro incluyendo el concepto diversidad funcional en paralelo al de discapacidad. Yo voy a comenzar a hacerlo a partir de hoy, y creedme que no me va a resultar fácil y que puede que alguna vez lo olvide.
Imagen: Chiste sobre discapacidad. Fuente: www.pinterest.com
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Gracias por ese precioso artículo (lo he partillado en nuestra pagina del facebook).
En portugués llamamos hoy (depués de inválidos) «deficientes»…Algo que tenemos que cambiar.